La figura histórica del
general Porfirio Díaz ha sido rodeada de mitos negativos, haciéndolo aparecer a
los ojos de las actuales generaciones como el peor gobernante que México haya
tenido. Probablemente la razón de tales mentiras obedeció a la necesidad de
justificar el movimiento armado de 1910 y subsecuentes conflictos. La literatura anti-porfirista principió en
1900, con la revista Regeneración
donde los hermanos Flores Magón, de credo anarquista, publicaron artículos
vitriólicos en contra del dictador, haciéndolo responsable de todos los vicios
que padecía México, señalando al gobernante como el más abusivo, ambicioso y
criminal que haya padecido nación alguna. Más tarde, en 1908, se publicó una
repetición de las ideas magonistas pero multiplicadas por millón: el panfleto México Bárbaro de John Kenneth Turner, que
desde entonces señaló a Díaz como un monstruo que sólo había tenido piedad para
sus paniaguados los científicos.
Vino el movimiento armado de 1910 y durante más de los siguientes cien
años, don Porfirio fue el pararrayos de todo lo malo sucedido y por suceder en
la nación mexicana, pues cada régimen emanado de la lucha encontró en la
memoria de Porfirio Díaz al chivo expiatorio ideal para cargar con los males de
México. Las siguientes generaciones de mexicanos fueron aleccionadas machacona
y concienzudamente con mentiras, con el resultado de que hoy muchos ciudadanos
están imbuidos de odio contra todo lo que suene a Porfirio Díaz. El mito
antiporfiriano, repetido millones de veces, se convirtió en verdad histórica;
así, el Porfiriato es el agujero negro de nuestra Historia, al grado que hasta
en los niveles académicos más renombrados del país se evitaba estudiar los
sucesos entre 1877 y 1910, considerando que nada de interés había ocurrido en
ese periodo y que además era ya cosa juzgada.
La lucha armada de 1910
también sirvió para crear una pléyade de héroes, más valientes que los
espartanos pero igualmente patriotas; esos esforzados luchadores, arrastrados
por la prédica de don Francisco I. Madero, rompieron las cadenas de la
esclavitud y se enfrentaron al ejército porfiriano, consiguiendo derrotar las
bayonetas que por decenios habían impuesto la voluntad de don Porfirio. En la
actualidad continúa el mito de una revolución arrolladora; contienda que se
hizo gobierno y en los siguientes cien años, transformó a México en una
democracia ejemplar donde la voluntad de las mayorías se impone, la justicia
campea por sus fueros y la clase política se esfuerza por servir al pueblo
soberano.
Estos dos mitos son ya
insostenibles, pero siguen dañando el recuerdo de don Porfirio y simplificando
a la Historia para elaborar un catálogo de “buenos y malos”, y aunque una parte
importante del pueblo mexicano está consciente de la parcialidad que esto
conlleva, nadie toma medidas para combatir la corrupción de la Historia y
concluir con la injusticia con que se paga al caudillo que gobernó a México por
treinta años con la mayor probidad y con el más alto patriotismo.
La Invención de un villano
muestra, cómo este personaje epónimo sembró las bases del México moderno, educó
a sus generaciones, pagó la enorme deuda externa que agobiaba a la nación,
modernizó las comunicaciones, embelleció las ciudades y aún dejó millones de
pesos en las arcas de la nación. Por eso, e interpretando el reclamo de
justicia más elemental, la obra solicita que Porfirio Díaz regrese a su patria
y haya una justa reconciliación del pueblo mexicano con su Historia reciente.
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