miércoles, 26 de abril de 2017

¡Mátalos en caliente!

Como se sabe el general Díaz alcanzó el poder derrocando mediante la revolución de Tuxtepec, al gobierno del licenciado Sebastián Lerdo de Tejada. Aunque arribó al mando político de la nación hasta que, mediante elecciones fue nombrado presidente constitucional de México el 5 de mayo de 1877. Recibió un país en la miseria y además infestado de maleantes,abigeos, asaltantes de camino y ladrones de ciudad para quienes matar no tenía relevancia. Por si fuera poco, el derrocado Lerdo se había refugiado en Nueva York y desde ahí, valiéndose de militares y políticos que le continuaban siendo fieles, repartía dinero para organizar una contra-revolución que le devolviera el poder.
Esas condiciones hicieron que el inicio del gobierno de Díaz fuera difícil en extremo, pues no sólo debía buscar la restitución de la paz en todo el territorio, cuidar los movimientos de la facción lerdista que buscaba corromper al ejército; al mismo tiempo hacerse de recursos para pagar los crecidos gastos de la administración. México no tenía crédito en ningún lado, pues hasta los agiotistas se negaban a prestar y cuando lo hacían reclamaban intereses leoninos y sobre alguna prenda, para no arriesgar. Hasta el edificio del Palacio Nacional resultó hipotecado. Por otro lado tuvo Díaz que esmerarse en el cuidado de los ingresos públicos y luego proceder con mano avara evitando gastos superfluos, al tiempo que administraba el dinero procurando resolver las necesidades más ingentes de la nación. Tomó medidas duras, como reducir el ejército y disminuir la burocracia, prohibiendo, bajo penas graves, tener dos empleos en el gobierno, amén de que redujo los salarios de todos los burócratas de mayor salario.
También en la pacificación del territorio usó Díaz de mano dura, a veces hasta cruel, según declaró muchos años después al periodista Creelman. Consolidar la paz se constituyó en obsesión de su gobierno. Porfirio contaba con la experiencia que había adquirido durante el tiempo que fue gobernador y jefe político del distrito de Tehuantepec, donde había enfrentado una situación semejante y también durante los años en que además de ser el general en jefe del ejército de Oriente, se ocupó mediante interpósitas personas del gobierno y jefatura política de varios estados de la República.
Sin embargo no era lo mismo ser el general omnímodo que en situaciones de guerra todo mundo obedece sin chistar, que el presidente de una nación en la que hay leyes que cumplir. Por ello muchas críticas surgieron ante algunas de la órdenes que don Porfirio daba, por ejemplo, el 29 de agosto de 1877, enterado de que una gavilla de 30 hombres incursionaba cometiendo delitos en el estado de Guerrero, escribió al jefe Jesús Alfaro diciéndole: Supongo que se habrá desplegado una actividad extraordinaria en la persecución de la gavilla y… que pronto quedará exterminada. Nótese que no demandaba que la partida rebelde fuera capturada, puesta en prisión, disuelta, etc. Daba órdenes don Porfirio como si continuará al frente de su tropa y el enemigo debiera ser exterminado, sin tener en cuenta que ya era el jefe de una nación y que toda orden emitida debía regirse por las leyes. Otro ejemplo, entre muchos, es la carta que Díaz dirigió a Juan Mirafuentes avisándole que:en Tenancingo, Estado de México, existe una partida de 40 ladrones… se lo digo a fin de que se sirva dictar las providencias para que dicha partida sea perseguida con toda actividad, hasta lograr su completo exterminio.
Acaso el ejemplo más claro de esa mentalidad militarista se daría cuando hubo un motín de marinos en el puerto de Alvarado, y avisado Díaz mandó a Luis Mier y Terán-gobernador de Veracruz-, una orden draconiana para castigar a los sublevados que se habían adueñado de un barco, orden que Mier y Terán malinterpretó y pensando cumplirlafusiló a nueve personas que sacó del domicilio donde dormían y los trasladó al cuartel para pasarlos por las armas. Don Rafael de Zayas Enríquez inventó después el texto del telegrama diciendo que él lo había leído mediante la clave apropiada y éste decía: ¡Cogidos infraganti, mátalos en caliente!El historiador Alberto María Carreño encontró en el archivo de Porfirio Díaz el documento y lo publicó la UNAM junto con la clave para poderlo leer. Podemos asegurar al lector que ese texto da una orden mucho más terrible, porque hace caso omiso de los principios jurídicos que regían a la nación y ordena sin juicio alguno la muerte de muchas personas; por fortuna el error de Mier y Terán salvó la vida de los sublevados.Fue tal la alharaca que se produjo en todo el país, que el presidente a duras penas consiguió salvar a Mier y Terán, aunque la responsabilidad de él quedó evidente y fue la última vez que siguió ese procedimiento. Nueve personas pagaron con su sangre la conversión de Porfirio de jefe militar a Jefe de Estado y en este cambio tuvo mucho que ver la inteligencia del caudillo y los consejos de Carmelita Romero Rubio, su segunda esposa.
Hemos querido tratar este tema porque un colega del Facebook airadamente nos reclamó el pretender traer los restos de don Porfirio a México, cuando era sabido que el expresidente había sido un asesino. Eso, excitó nuestro interés por declarar que después de muchos años estudiando la vida de don Porfirio, no hemos encontrado pistas, declaraciones, huellas de órdenes o vestigio alguno que permita aseverar nuevos decretos de muerte. Por supuesto durante el Porfiriato murieron muchas personas que enfrentaron al ejército o a la policía; también muchos individuos fueron puestos en prisión, pero en todos los casos siempre estuvo de por medio la sentencia de un juez.
A don Porfirio le achacan sus enemigos hacer uso frecuente de su matona –la enorme espada con que lo caricaturizaba la prensa de oposición-, pero no aportan pruebas, nombres, testigos, cartas, algo que apoye su dicho. Algunos le contabilizan en esa macabra cuenta el millón de muertos que produjo la Revolución mexicana (¿cómo conseguirían tal estadística?). Pero, ¿puede ser responsable Porfirio de los crímenes de la porra maderista?, ¿de los muertos por el golpe de Estado de Victoriano Huerta?, ¿de los asesinatos de Zapata y Villa?, ¿del magnicidio cometido en la persona de Venustiano Carranza?, ¿de los muertos en Huitzilac? Y mejor aquí concluimos este artículo,puespodría ser que algún político moderno quisiera echarle tierra al caudillo, en cuyo caso tendríamos que contestarle con aquel famoso dicho argentino: ¡Callate, Che, que vos también tenes tu historia!

viernes, 3 de marzo de 2017

¿Cuál revolución?

Hablar del general Porfirio Díaz Mori en los tiempos modernos, necesariamente significa hablar también del movimiento armado de 1910, pues éste se encaramó sobre la figura histórica del héroe del 2 de abril de 1862, y ya montada en él, desarrolló una orquestada y sistemática campaña de acusaciones, ciertas algunas, exageradas otras y falsas la mayoría, construyendo así una historia mítica con la que se adoctrinó a millones de mexicanos, convirtiendo aquella larga administración del presidente probo, en un periodo sangriento en el que los mexicanos debieron callar y obedecer, pues aquellos que alguna vez se atrevieron a expresar con valentía su pensamiento político, fueron alojados –según los intérpretes del evangelio revolucionario- en las mazmorras de San Juan de Ulúa, o fueron pobladores de la cárcel de Belén, cuando no expulsados del país o residentes en algunos de los cementerios en que Díaz y sus esbirros depositaban los despojos de sus críticos.
Este mensaje, repetido machaconamente a lo largo de más de un siglo, hizo que millones de mexicanos fuéramos adoctrinados con la leyenda negra de un presidente que se aferró al poder hasta que la sacrosanta revolución lo expulso del país, aderezado el mensaje con la fábula de un presidente que nada hizo por México, pues la poca obra buena que se le reconoce fue hecha para servir a los intereses extranjeros, amén de que millones de campesinos gimieron bajo el yugo de hacendados esclavistas. El Mátalos en caliente sigue siendo repetido hasta el cansancio, al tiempo que se ha hecho mártires a los trabajadores levantados en armas. Así, en el sensorio de millones de compatriotas se formó y persiste la leyenda negra de don Porfirio, que pasó a ocupar un lugar distinguido entre los enemigos de la patria.
Se me dirá que hablo así porque soy enemigo de la Revolución mexicana, motivo por lo cual pregunto: ¿Cuál revolución? ¿la lucha armada que inició el señor Madero en 1910? ¿Esa que abrió la jaula de los leones y provocó enfrentamientos entre los aspirantes al poder durante la siguiente década? Si es así, conviene hacer una aclaración de ese pasado nuestro: Todo inició cuando un mexicano patriota y bien intencionado, aunque escaso de conocimientos políticos, el señor Madero, de buena fe creyó que abandonando don Porfirio la silla presidencial, el pueblo mexicano, libre al fin, viviría regocijado en el uso de la democracia y la patria sería feliz. Las tropas del señor Madero decidieron correr el riesgo de atacar una población fronteriza y tomarla a sangre y fuego. Lo que produjo un movimiento de las fuerzas armadas norteamericanas a lo largo de la zona fronteriza. Don Porfirio, temeroso de provocar un conflicto con Estados Unidos y sintiéndose abandonado del pueblo que otrora lo nombró su caudillo, decidió abandonar el poder para no dar pretexto al vecino de emprender alguna acción contra México y también por conservar la paz que había permitido a México prosperar, entregó su renuncia y marchó al exilio. Eso sí, debe aclararse, no renunció hasta que consiguió que los rebeldes aceptaran un funcionario que se hiciera cargo de la transición entre gobierno y revuelta, logrando que se aceptara a don Francisco León de la Barra como presidente interino de México, conservándose por tanto la estructura porfiriana de gobierno mientras corrían los trámites para convocar al pueblo a elecciones.
Desde París don Porfirio contempló expectante la marcha de los asuntos en México: El señor Madero licenció al ejército que lo había llevado al triunfo y se quedó con el ejército porfiriano; una vez que fue presidente electo constitucionalmente, Madero aceptó a todos los miembros de las Cámaras y a una gran cantidad de los burócratas que habían servido al gobierno porfiriano. Llevado, además, de su bonhomía, el nuevo gobernante permitió libertad irrestricta a la prensa, que lo criticó severamente y sin cordura lo ridiculizó de mil maneras.  La inexperiencia política del señor Madero le llevó a enfrentar las rebeliones de Bernardo Reyes, Emiliano Zapata y Pascual Orozco, creando además un caos en el gobierno, al grado que una sección de la Cámara de Diputados fue a solicitar al señor Madero que por patriotismo renunciara a la presidencia. Vino entonces la revuelta de Félix Díaz y por último se produjo la Decena Trágica. Hasta aquí, ninguna revolución o cambio importante se había producido en México; lo peor: el pueblo, que había aplaudido con entusiasmo la valentía del pequeño David coahuilense por derrocar al Goliat dictador, lo recibió en junio de 1911 como el mesías, pero en 1913 había cambiado su pensamiento y veía en los llamados revolucionarios un grave riesgo de que el país continuara por el camino de las asonadas, golpes y atropellos contra la ciudadanía. Como a la postre sucedió. Es decir, es falso que el pueblo, acuciado por la miseria y decidido a morir o triunfar, enfrentara las bayonetas de la dictadura, pues ni el Plan de San Luis, ni el Programa del Partido Liberal ofrecían importantes reformas en cuestiones agrarias, ni corregir graves problemas de la clase obrera.
Después vino el cuartelazo de Victoriano Huerta que se auto declaró presidente, con la aceptación de la mayoría de los gobernadores, exceptuando Coahuila y Sonora que levantaron contingentes armados para luchar contra el usurpador, dando inicio a un periodo de anarquía que desgastó los recursos de la patria y cegó la vida de decenas de miles de mexicanos. Hasta aquí, pregunto: ¿cuál revolución?
Después de la tragedia de Tlaxcalantongo, los ideólogos del grupo sonorense comprendieron que de alguna manera había que darle legalidad y soporte a su naciente régimen, ideando la fórmula: El pueblo mexicano hizo una revolución para expulsar al dictador Porfirio Díaz, único responsable de todos los males que padeció México por más de treinta años. Ese juicio, fue seguido, ampliado y explotado por historiadores a sueldo de la administración en el poder. En ese tiempo don José Vasconcelos pagó a los muralistas para que plasmaran en los muros de edificios importantes de la capital la historia de las atrocidades de la dictadura de don Porfirio, y esos artistas cuya educación había sido pagada en Europa por la administración porfiriana, olvidando cualquier sentimiento de agradecimiento al régimen que se los formó, se dieron vuelo narrando pictóricamente una historia grata al gobierno que servían.
Luego se modificaron los libros de texto para hacer una historia agradable al vencedor. Por conveniencias políticas algunos personajes de dudoso comportamiento durante el movimiento de 1910, se convirtieron en héroes nacionales. Y así durante más de un siglo Porfirio Díaz fue el pararrayos de todo lo malo que había ocurrido en el país: se le acusó de ladrón, asesino, mujeriego, vende patrias, dictador omnímodo, controlador de elecciones, violador de la libertad de expresión, xenófilo y muchas otras lindezas. A medida que pasaban los años la figura de don Porfirio se hundía más en las profundidades del averno, al tiempo que la sacrosanta revolución de 1910 sobrepasaba la altura del Monte Olimpo.
Todos los mexicanos que recibimos educación oficial a partir de los años treinta y aún seguimos aspirando smog en la macrourbe, fuimos adoctrinados por el evangelio revolucionario, lo que despertó en nuestros tiernos corazones el odio al dictador Porfirio Díaz y admiración por todos los valientes que tuvieron las agallas de enfrentarlo. Quienes amamos a México y admiramos su Historia, con el tiempo caímos en cuenta de la falacia de que habíamos sido víctimas. Hoy, reconocemos la importancia del movimiento constitucional de 1917 y aceptamos que a partir del gobierno del general Calles surgieron medidas que pueden considerarse pródromos de una revolución incruenta, misma que dio paso al México del siglo XXI. Nos llama la atención, sin embargo, que a pesar de ya ser innecesario sostener la campaña de satanización contra el general Díaz, ésta continúa oficialmente, al tiempo que el mito de la revolución redentora de 1910 sigue siendo impulsado por gobiernos cuyos pecados y acciones apátridas hacen parecer angelical al régimen de don Porfirio.

Ricardo Orozco

jueves, 9 de febrero de 2017

Ni rencor por el pasado, ni temor por el Porvenir


La Historia de la nación mexicana es una, indivisible, sin saltos o periodos, es un fluir continuo de individuos que nacen, actúan, se reproducen y mueren dentro de una nación que permanece en el tiempo; nadie puede borrar a capricho sucesos o etapas que a lo largo de los siglos conformaron al país actual. El Porfiriato, 1877-1911, es una porción del pasado reciente que modeló en mucho al México de hoy y que por ello merece ser estudiado como se hace con cualesquiera otras porciones de nuestra Historia, pero debemos hacerlo sin rencores, sin odios, puesto que los mexicanos de entonces fueron seres como nosotros y sus genes corren por nuestras venas. ¡También ellos creyeron vivir en la cumbre de la modernidad y la tecnología!

Porfirio Díaz debe regresar a México

Apenas habían transcurrido unos cuantos años de la muerte del general Porfirio Díaz (2-jul-1915) y ya aparecían en la ciudad de México publicaciones para rememorar el aniversario luctuoso del patricio. Acaso haya sido el arqueólogo Leopoldo Batres el primero en expresar públicamente,en 1919, el deseo de que los restos del general fueran traídos a México. Cosa por demás imposible entonces pues apenas iniciaba la campaña de satanización despiadada en contra del gobernante caído, misma que ha durado casi un siglo pues todavía hoy, historiadores que desean hacerse gratos al régimen gobernante, se prestan para filmar videoclips en los que denuestan con verdadera violencia la memoria del héroe de la patria.
En los archivos del Cehipo existe un expediente dedicado al retorno de don Porfirio a México; por ellos es posible enterarse de los diversos intentos que a lo largo del tiempo se han hecho para cumplir ese deseo, aunque la ocasión en que pareció posible realizarlo, fue durante el gobierno del Lic. Gustavo Díaz Ordaz, quien, por descender de la misma familia, se supuso que pondría interés en facilitar las cosas para traer a su pariente. Sin embargo no fue así y don Porfirio continúa paciente en el cementerio de Montparnasse de París a la espera de que finalmente los mexicanos reconozcan sus aciertos y disculpen sus yerros para que sus huesos puedan volver a la patria.
Yo tuve oportunidad de conocer y colaborar con uno de esos soñadores: don Morelos Rivero, caballero pulcro e inteligente, quien había dedicado los esfuerzos de medio siglo a estudiar la vida del caudillo oaxaqueño y además de reunir una estupenda biblioteca sobre el tema, había editado de su peculio numerosos folletos y desplegados cuyo objetivo era invariable: convencer a las autoridades de la injusticia que cometían al tener olvidados los restos de Díaz. Durante un tiempo fui su auxiliar y de él aprendí muchos aspectos de la historia porfiriana.
En el año de la muerte de Rivero, 1977, edité un folleto con el que además de recoger la bandera de la repatriación que él había sostenido por más de medio siglo, le rendí un emocionado recuerdo y a partir de entonces, sintiendo que había recibido de sus manos la estafeta, me propuse trabajar por el objetivo que él había perseguido por tantos años, pero convencido de que el éxito sólo podría venir con una infraestructura que permitiera un estudio amplio de la época y sembrara en las nuevas generaciones de historiadores el deseo de investigar el Porfiriato, época que por entonces era prácticamente vetada por las instituciones académicas, donde se consideraba que todo se había dicho y nada nuevo podría encontrarse.
Desde entonces principié el estudio sistemático del periodo 1877-1911 y cuando fue posible me rodee de jóvenes historiadores y funde el Centro de Estudios Históricos del Porfiriato que poco a poco fue adquiriendo material bibliohemerográfico y fotográfico. Principiamos a editar una revista muy rústica que fue creciendo en calidad y número de páginas; gracias a la desinteresada colaboración de numerosos profesionales de la Historia, logramos editar, sin ningún apoyo oficial, excepto los anuncios que eventualmente obteníamos, 56 números en los que se expusieron ángulos nuevos y se exploraron campos hasta entonces relegados. El Centro de Estudios tuvo un largo periodo de actividad en el que se impartieron cursos y conferencias, se realizaron Coloquios y exposiciones, etcétera, siempre procurando ahondar más en los temas porfirianos.
Con el tiempo he comprendido la enorme carga política que ha enfrentado el tema de la traída de los restos del general Díaz, y las razones por la cual los distintos gobiernos de México sistemáticamente se han negado a siquiera considerar el asunto. Mucho de esos conocimientos los he dejado escritos en mis libros de tema porfiriano, entre los que destacan el Diccionario del Porfiriato y una amplia biografía del general Porfirio Díaz.
Finalmente he redactado y editado el libro La Invención de un Villano, en el que hago resumen de las diversas reelecciones del caudillo y analizo aspectos hasta ahora no dichos que dejan claro que en gran parte la prolongada permanencia de Díaz en la presidencia de la República, sobra decirlo, la ambición de poder del propio presidente, pero tolerada con beneplácito por el pueblo de México que veía lo útil que era para el país la estadía de ese hombre en el gobierno, valorando, además, que procedía con justicia, honestidad y ardiente patriotismo en favor del país.
Desgastado por el esfuerzo de cuarenta años de trabajo, pero aún entusiasta y creyendo que hay una gran injusticia en el olvido que el pueblo de México tiene al general Díaz, he decidido dedicar mis últimas energías a entusiasmar a mi pueblo para combatir las mentiras históricas con que los gobiernos emanados de la lucha de 1910 nos han adoctrinado a fin de despertar odio, injustificado a todas luces, contra un mexicano que derramó su sangre en defensa de nuestra nacionalidad y luego trabajó intensamente para hacer de México una nación fuerte y poderosa, pero sin omitir, por supuesto, los errores y las fallas que tuvo como todo ser humano.
No sé cuánto pueda avanzar en el nuevo camino que me propongo seguir, pero tengo esperanzas en que haya alguien que recoja la bandera que de mis manos caiga, y convencido de lo indispensable que es la reconciliación del pueblo mexicano con su Historia y el combatirla corrupción que los gobiernos hacen de nuestra Historia para adaptarla a sus fines y beneficios, ponga todo su corazón de mexicano hasta que la razón triunfe y la justicia resplandezca.

Ricardo Andrés Orozco Ríos

miércoles, 4 de enero de 2017



Comentarios de Ricardo Orozco a un texto del historiador José Manuel Villalpando


En julio de 2015, se cumplieron cien desde la muerte del general Porfirio Díaz. Con motivo de ello, surgieron muchas voces y grupos que “exigian” el retorno de sus restos mortales a México. Evidentemente, como lo he señalado en otras ocasiones, el tema es, para empezar, anodino e intrascendente, pues el prestigio histórico de los seres humanos se consigue ante la presencia de su cadáver o sin él. La ausencia no demerita ni añade nada tampoco, a la fama y al reconocimiento o vituperio que se haga de un personaje. En caso del general Díaz sí importa, porque su nombre y sus actos, a través de un siglo, han sido cubiertos de fango, minusvalorizando los esfuerzos que hizo por hacer de México un país moderno. Recordemos que a Porfirio Díaz se le ha querido ser borrado de la Historia patria, diciendo -de facto- que su gestión como gobernante, anuló  su lucha patriótica frente al enemigo extranjero al tiempo que su larga administración fue adversa para el país y para grandes sectores de la población que debieron sufrir miseria y esclavitud. Por eso, traer sus restos sería, en primer lugar, la reconciliación de la patria con uno de sus hijos que mejor la han servido, y en segundo, avivar el recuerdo del patriota en el imaginario colectivo que así pasaría a ser un mexicano que sirvió al país con honradez, lealtad y patriotismo.
El destino (¿o la Providencia?) me involucró en un par de ocasiones —en 1995 y en 2010— en este asunto de los restos de don Porfirio. La primera vez, incluso se me encomendó la operación, en un tiempo en el que, lo confieso, estaba yo muy emocionado con la posibilidad de traerlos a México; incluso, pude descubrir que el cadáver del general Díaz se encuentra embalsamado. Sin embargo, la intentona fracasó por desavenencias entre algunos miembros de la familia Díaz, cuestión que alguna vez relataré puesto que se llegó hasta los tribunales, donde se estableció, por cierto y bien hecho, el criterio de que la vida de los personajes históricos es pública y de libre investigación y estudio. Aclaremos que la dificultad con la familia del general Díaz no fue porque se les propusiera traer los restos, sino por los planes comerciales que implicaban la realización de una colección de fascículos (editorial Clío) y la producción de una telenovela (Televisa) ambos llevando como elemento central la vida de don Porfirio. El problema no fue con “algunos miembros de la familia”, sólo con el bisnieto del general, el señor Porfirio Díaz Pizarro, quien en efecto demandó a las empresas mencionadas por considerar que lucrarían con la biografia de su bisabuelo, con el resultado que ya menciona el autor de este artículo. En la actualidad los miembros de esa familia han constituido una asociación civil: Descendientes del general Porfirio Díaz Mori, A.C. y entre sus objetivos está el que su ancestro vuelva a México, aunque ponen por condición que los restos sean traídos oficialmente y con los honores que correspondientes a su rango y jerarquía.
En la segunda ocasión estaba yo colocado en el lado contrario. Muchas personas solicitaron al gobierno federal el retorno de los restos mortales de don Porfirio y me correspondió a mí dictaminar al respecto, y lo hice señalando que se trataba de un asunto particular que debían resolver los descendientes del general, Ningún mérito tendría el que los familiares trajeran a México, bajo el brazo, una urna con las cenizas del expresidente o el féretro que guarda sus huesos. Para eso no se necesita la intervención oficial. Lo importante es que la nación mexicana, a través de su gobierno, reconozca sus méritos como patriota, defensor de la nacionalidad y exgobernante de México. además de que resultaba ilógico realizar esta operación cuando se conmemoraba el centenario de la Revolución Mexicana, originada precisamente por la intransigencia de don Porfirio a dejar el poder. El mito de la Revolución mexicana cada vez se diluye más, al grado que ya ni en las mismas esferas gubernamentales se le cita como origen o resultado del México actual. En el mundo moderno han habido unas cuantas revoluciones, pero entre ellas no se encuentra el movimiento armado de 1910 en México, pues una revolución, para recibir con dignidad ese nombre, debe haber creado cambios diametrales en las estructuras sociopolíticas del país de su ocurrencia, así, las revoluciones francesa, rusa y cubana son prototípicas, y ejemplos de los profundos cambios que produjeron en sus respectivos países.
Yo tengo, para mí, resuelta esta cuestión: no tiene caso ni vale la pena traer los restos de don Porfirio. Por supuesto, no faltará quien me critique por cambiar mi punto de vista, pero les recuerdo que es un derecho humano fundamental, bien reconocido, el de cambiar de opinión, y lo hice precisamente luego de estudiar y reflexionar concienzudamente el asunto. Además, y espero que no se tome como una frivolidad, la verdad es que en París resulta muy grato visitar la tumba de don Porfirio y observar la cantidad de flores, tarjetas, pensamientos y banderas que los mexicanos que pasan por allí, le dejan.
En días pasados me encontré, por casualidad, una página de facebook que se anuncia como “Recuperemos a don Porfirio. ¡Traigamos sus restos!”, que cuenta con más de seis mil suscriptores. Cometí la torpeza de suscribirme, creyendo de buena fe que, tal y como lo anuncian en sus reglas, se trataba de recabar testimonios y pensé que yo bien podría darlos, habida cuenta mis vivencias en torno a don Porfirio y al tema en específico de sus restos. Aceptaron mi solicitud, leyeron mi texto en donde narré esos recuerdos y hasta la bienvenida me dieron, pero luego, súbitamente, cambiaron de opinión y me acusaron de de “protagonista” y me pidieron que me reservara mis comentarios, violando sus propias normas que, según dicen, permiten el debate de temas polémicos siempre con respeto. También me pidieron que les dijera claramente si los iba a ayudar o no.
Por supuesto que les respondí, pero no quisieron publicar mi respuesta (se me olvidaba que los porfiristas reprimen la libertad de expresión), los porfiristas hace más de un siglo que dejaron de existir, pues al desaparecer el caudillo su “ismo” careció de sentido. A los actuales admiradores de don Porfirio se les podría dar el nombre de “porfíricos” y en ella les informé que los ayudaría con algo que, revisando su página, les faltaba: un plan concreto y práctico para traer los restos mortales de don Porfirio, porque lo único que abunda son referencias nostálgicas y una que otra quimera impracticable, a la vez que a cada rato repiten su consigna: ¡Honor y gloria al general Porfirio Díaz”, creyendo quizá que con eso el cadáver del general Díaz regresará solito a México.
Lo que les propuse, y ahora doy a conocer aquí y lo haré en el radio, es decir, en mis propios medios de comunicación, es un listado de las acciones y procesos que deben ejecutarse si de verdad se quiere traer esos restos. Se trata de los pasos que deben seguirse para conseguir el objetivo con que muchos sueñan pero que nadie se propone realizar, por lo visto, expresados según mi leal saber y entender y con fundamento en mis conocimientos y experiencia, que como se sabe, es amplia tanto en el tema que nos ocupa, como en la exhumación, traslado y reinhumación de los restos mortales de otros prohombres de la Patria.
Escribir esto me sirvió de ejercicio mental para refrescar mis estudios sobre los restos de don Porfirio, a la vez que pude también conceptualizar lo que a lo largo de la vida he aprendido de logística y organización aplicables a estos menesteres fúnebres, pues en mi haber cuento con varias operaciones de este tipo. Evidentemente, a mí no me interesa participar en esto y antes al contrario, estoy convencido de que los restos de don Porfirio no deben regresar y, opinión muy respetable pero que no necesariamente interpreta el sentir de muchos mexicanos. es más, no creo que regresen. No está el horno para bollos, diría el propio general. El día que el regreso de los restos de Díaz sea proposición de un político hábil que lo presente a los mexicanos como un acto de justicia inmanente, el horno quedará listo para bollos.
Eso sí, estas recomendaciones tienen más que nada la intención de desanimar a los ilusos que creen que basta con “exigir” desde las redes sociales el retorno del general Díaz. Usaremos todos los recursos de las redes sociales, actuales o porvenir, pero en tono de invitación a quien quiera participar- Para conseguirlo, se requiere de trabajo estamos dispuesto a trabajar lo que sea necesario y sobre todo de dinero, el dinero se puede conseguir además de algo fundamental: la anuencia de la familia Díaz, como se aprecia a continuación: Apriorísticamente declaramos que la familia está bien dispuesta a cooperar para esta finalidad.
* * *
1. La exhumación, traslado y reinhumación de restos mortales, tanto en la legislación francesa como en la mexicana, corresponde exclusivamente a los familiares y descendientes del difunto. En el caso que nos ocupa, sería la familia Díaz, constituida por sus descendientes, quienes estarían legitimados para solicitar dichas operaciones con los restos mortales de su ascendiente, el general Porfirio Díaz. Ni los gobiernos de México o Francia, ni tampoco las organizaciones civiles o particulares individuales pueden solicitarlas. En otras palabras, no es la autoridad ni tampoco la sociedad civil quien debe solicitar el movimiento de los restos sino que debe ser, necesariamente, la familia Díaz. Ya hemos dicho que la familia está constituida en una Sociedad Civil y no sólo espera la oportunidad para dar los pasos conducentes.
2. La familia Díaz, única legitimada para solicitar la exhumación, traslado y reinhumación de los restos de don Porfirio, está compuesta en la actualidad por una treintena de tataranietos del general. Es necesario convocarlos, organizarlos y mediante un instrumento notarial, ponerlos de acuerdo para manifestar su voluntad a efecto de realizar dichas operaciones. Además, será necesario que entre ellos designen apoderados o representantes de la familia para encabezar las acciones tendientes conseguir ese fin, tales como las gestiones ante las autoridades, tanto políticas como administrativas, la organización de los eventos y demás cuestiones que, como veremos, son muchas y arduas. Cuentan con una organización y mesa directiva formada principalmente por los bisnietos y tataranietos del general Díaz.
3. También sería conveniente la constitución de un patronato que, encabezado por los representantes de la familia Díaz, recaude los fondos necesarios para poder cumplir con el fin propuesto. Se requieren gran cantidad de recursos para ello, pues los gastos serán muchos y variados, según se verá más adelante. El patronato debe además, planear y organizar la operación, obteniendo permisos y autorizaciones o gestionando homenajes, aparte de decidir el sitio de inhumación, preparar la sepultura y edificar el monumento correspondiente, todo lo cual debe ser acompañado de un programa de comunicación social adecuado. Será interesante saber cómo se organizarán el gobierno, la sociedad y los familiares para conseguir esa finalidad. Como se ve, es grande la tarea y el tiempo apremia, pues apenas quedan menos de 6 meses para el centenario de la muerte del general Díaz, si es que se quiere en verdad traer sus restos.
4. Un dato importante: no se necesita la autorización del gobierno para traer a México los restos mortales de don Porfirio. Me refiero, por supuesto, a una "autorización política", pues se trata de un asunto, conforme a la ley, estrictamente de particulares. Esto es válido cuando se trata de repatriar los restos de algún mexicano muerto en el extranjero, pero no cuando fue uno de nuestros próceres del liberalismo, uno que derramó su sangre en los campos de batalla y durante más de diez años llevó vida nómada como guerrillero hasta que la república laica consiguió triunfar de sus propios hijos que querían verla como un apéndice más del Vaticano o en manos de alguna nación imperialista dirigida por algún mandatario monárquico pelele.  No es un asunto “estrictamente particular cuando ese mexicano lleva un siglo en el exilio, único premio que la patria le ha otorgado por haberla servido y gobernador por más de treinta años, consiguiendo en ese tiempo transformarla en muchos sentidos. Esto no impide que deban solicitarse permisos administrativos normales, como el de introducción de cadáveres a territorio nacional, previstos en las disposiciones sanitarias mexicanas y que aplican a todos los difuntos que han fallecido fuera del país y que sus deudos desean sepultarlos en México. Sin embargo, esa "autorización política" es indispensable si se desea que los restos de don Porfirio sean recibidos y luego reinhumados con todos los honores correspondientes a su alta investidura, además de que sean homenajeados públicamente. En este aspecto corresponde a las autoridades, a fin de demostrar que la justicia es lenta para al fin se impone, allanar todas las dificultades burocráticas y poner toda su autoridad política al servicio de la noble causa de justipreciar los méritos del político cuyos métodos de gobierno han seguido y aún superado en sus partes negativas.
5. La "autorización política" implicará muy intensas negociaciones de alto nivel. Evidentemente a favor del regreso de los restos de don Porfirio opera el derecho humano de todos de recibir sepultura en donde hayamos elegido, como lo señaló el propio general Díaz que expresó su deseo de descansar para siempre en su natal Oaxaca, además de la consideración histórica innegable de que se trata de un héroe de la Patria durante la guerra contra la intervención francesa y el segundo imperio. Sin embargo, la "autorización política" podría topar con varios obstáculos, algunos de ellos ideológicos, por ser el régimen constitucional actual, conforme a la carta magna de 1917, heredero de la Revolución Mexicana; La Constitución de 1917 fue una muy distinta a la Constitución parchada que hoy nos gobierna. Son pocos los artículos constitucionales que no han sido modificados, pues la mayoría ha sufrido agregados, sustituciones y aún desaparecido del texto original, pues cada gobernante en turno ha creído de su deber reformarla, de suerte que sólo puede ser llamada descendiente lejana de la Constitución ideada por don Venustiano Carranza y sus acólitos. además, habría que convencer a las fuerzas vivas que aún hoy se oponen a la figura histórica de don Porfirio. Por “fuerzas vivas” debemos entender a los defensores a ultranza del movimiento armado que inició en 1910 y que buscaba democratizar al pueblo mexicano, aspecto fallido, pues todavía en la nación del Anáhuac seguimos esperando al mandatario que ponga los elementos necesarios para que reine la democracia o al menos que combata la corrupción generalizada que reina en casi todas las dependencias oficiales. ¡Fuerzas vivas! Vivas para enriquecerse a costa del pueblo que dicen servir.
6. Sin embargo, creo que lo anterior puede ser superado, pero el problema mayor, a mi juicio, es que los preparativos y promoción del centenario del fallecimiento de don Porfirio, el próximo 2 de julio, coinciden con el proceso electoral federal, que culminará con las elecciones del domingo 7 de junio. Inevitablemente, la posibilidad de traer los restos del general Díaz se verá envuelta en el debate político, a favor o en contra, además de que podría convertirse en ariete de golpeteo entre los partidos, por no hablar de la prensa, que seguramente contribuirá a la desinformación y tergiversación del objetivo de regresar los restos del héroe del 2 de abril, según el gusto e intereses de los voceros de cada denominación política. Incluso, no sería improbable una intervención del Instituto Nacional Electoral emitiendo un dictamen al respecto. Inútil discutir estos aspectos cuando estamos a dos años de las nuevas elecciones. Tampoco debe descartarse que grupos radicales, opositores a don Porfirio, externaran abiertamente su rechazo a través de redes sociales o manifestaciones con gritos, pintas y demás muestras de repudio. Esto último es muy importante: debe medirse bien el rechazo, pues sería mucho arriesgar el no hacerlo. Grupos opuestos a cualquier idea siempre habrá, así se trate de la medida más justa y necesaria para la nación, pues padecemos individuos que viven de lo que sus redes pesquen cuando ellos agiten las aguas. Sería por tanto absurdo esperar que el regreso de los restos del general Díaz fuera aplaudido por tirios y troyanos.
7. Supongamos resueltos los puntos anteriores, todos. Para exhumar los restos mortales de don Porfirio en el cementerio de Montparnasse, previa la autorización de la autoridad policíaca y sanitaria parisina, es indispensable la contratación de una empresa de pompas fúnebres (así llaman a las funerarias en Francia) que se encargue de la operación. El proceso implica no solo el trabajo de abrir la cripta y extraer el ataúd, sino disponer de un sitio adecuado, una especie de capilla ardiente, para la aclimatación del cadáver a condiciones diferentes a las que ha permanecido por muchas décadas. Además, resultara también indispensable la apertura del sarcófago y la identificación de los restos, lo que estará a cargo de un familiar designado para ello. Esto es cuestión de especialistas que debe haber muchos en el país galo. El personal de nuestra embajada en Francia debería coordinar con ellos y con los familiares de don Porfirio, a fin de conseguir los mejores frutos y obtener los mayores cuidados.
8. Además, y esto es vital, dado que el cadáver de don Porfirio se encuentra embalsamado, debe procederse a un inmediato y urgente examen de conservación, además de prevenir los posibles efectos del cambio de clima, temperatura, ambiente, humedad y demás factores que con el traslado a México y reinhumación posterior, podría sufrir el cuerpo. Esta labor debe realizarla, allá en Francia, un experto, quien además deberá formular las recomendaciones pertinentes para la óptima conservación de los restos. El cadáver no sólo fue embalsamado, sino que se depositó primero en un ataúd de madera fina a prueba de humedad y posteriormente el conjunto se encerró en una gran caja metálica a fin de conservar el cuerpo en las mejores condiciones, pues desde siempre doña Carmen Romero estuvo dispuesta a repatriar a su marido.
9. No está por demás recordar que las operaciones hasta aquí descritas, tienen un costo económico, mismo que debe ser sufragado, así como el paso siguiente, que es el traslado en avión de los restos de don Porfirio rumbo a México, el que se haría contando ya con los permisos respectivos tanto de la autoridad francesa, que permita la salida, y de la autoridad sanitaria mexicana, que a su vez, permita el ingreso del cadáver. Me parece recordar que en una de tantas veces que se anunció el traslado de los restos de don Porfirio a México, las autoridades francesas estuvieron dispuestas a enviar el féretro en una nave de guerra de esa nación, embarcándolo con los honores y protocolo que corresponden a un expresidente de México, pero también porque desde 1888 Porfirio Díaz es uno de los condecorados por esa nación con la Placa y Gran Cordón de la Orden de la Legión de Honor, establecida por Napoleón Bonaparte, cuyos estatutos prohibían expresamente ser entregada a quien hubiera hecho armas contra Francia.
10. Recibir en México los restos mortales de don Porfirio implica contar con un programa de homenajes que cuente con la autorización oficial para realizarlos, pues de otra manera, el ingreso de manera privada o particular así como su posterior sepultura, carecería de significación. Si no se obtiene la anuencia oficial para realizar un reconocimiento público a don Porfirio, los restos del general deberán ser sepultados de manera inmediata, como los de cualquier persona en el mismo caso, con lo cual, salvo la excepción de una espontánea manifestación de duelo al momento del sepelio y algún eco en los medios de comunicación, se perdería una valiosa oportunidad de reconciliación histórica. Totalmente de acuerdo.
11. Si se cuenta con la anuencia oficial, el programa debe efectuarse a gran escala. Ignoro lo que podrían decidir hoy en día los descendientes de don Porfirio, pero con gusto aporto el que diseñamos hace 20 años, en 1995:
a) recepción de los restos en el aeropuerto de Veracruz.
b) traslado de los restos a la Escuela Naval en Antón Lizardo para su preparación y colocación en el ataúd elegido.
c) embarque de los restos en algún buque de la Armada de México para trasladarlos al puerto de Veracruz, a efecto de que en el muelle de la "T", en el malecón, sitio exacto de donde partió al exilio al embarcarse en el Ipiranga, se realice la ceremonia oficial, con honores plenos, de recepción de los restos de don Porfirio.
d) traslado de los restos a la ciudad de Puebla, para homenaje, con honores plenos, en los fuertes de Guadalupe y Loreto.
f) traslado de los restos a la ciudad de México, para homenaje, con honores plenos, en algún edificio público construido por él, como el palacio de comunicaciones, hoy MUNAL.
g) traslado de los restos a la ciudad de Oaxaca, para tributarles honores plenos en la plaza de armas.
h) sepultura de los restos de don Porfirio en la basílica de la Soledad, en Oaxaca.
12. Una acotación pertinente: los honores "plenos" fúnebres (himno nacional, 21 salvas de artillería, desfile de tropas y bandera que cubre y otra que saluda a un ataúd) solo se conceden al presidente de la República que fallece en funciones, lo cual no es el caso de don Porfirio, quien en cambio, según el Reglamento del Ceremonial Militar, recibiría honores fúnebres como general de división retirado. Sin embargo, el alto mando del ejército, de conformidad con las instrucciones que reciba del comandante supremo de las fuerzas armadas, puede disponer honores especiales para los ex presidentes de la República, como se ha realizado en años pasados a los presidentes Alemán y De la Madrid. La familia del general Díaz deberá gestionar este reconocimiento a los restos mortales de don Porfirio.
13. Un punto importante es que todo el programa que se diseñe para homenajear los restos de don Porfirio, como el que fue enunciado en el punto 13, requiere de una logística muy complicada, desde la elección de los sitios de los homenajes, los permisos administrativos correspondientes, las invitaciones, la convocatoria a la sociedad, las rutas y su vigilancia, el templete y las tribunas, la comunicación social, coordinar la presencia militar y el apoyo policíaco y de seguridad, además de muchísimos detales como hasta disponer de baños públicos, pues se trata de eventos regulados por las disposiciones que reglamentan cualquier tipo de acto masivo, por lo que es importante el control de las multitudes que, es de esperarse, acudirán a rendir honores al general Díaz. Es indispensable pues una organización eficiente que pueda desarrollar estas ceremonias de homenaje.
14. Si se cumpliera el programa propuesto anteriormente, y solo a manera de ejemplo, las negociaciones y permisos que habría que cabildear y recabar, son muchísimas. Hagamos una lista de las dependencias federales involucradas a las cuales deberá visitarse para gestionar lo conducente en cada una de ellas:
Presidencia de la República,
Secretaría de Gobernación,
Secretaría de Relaciones Exteriores,
Secretaría de Salubridad,
Secretaría de la Defensa Nacional,
Secretaría de Marina,
Instituto Nacional de Antropología e Historia.
También habrá que hacer trámites ante la Embajada de México en París,
ante la alcaldía de esa ciudad y ante su policía, que debe supervisar la exhumación,
ante la administración del cementerio además de buscar una agencia funeraria e
 involucrar a una línea aérea, porque dudo que sea un avión de la Fuerza Aérea Mexicana quien trajera esos restos.
Luego, será necesario hacer negociaciones y trámites con los gobiernos de Veracruz, Puebla, Distrito Federal y Oaxaca, así como con la presidencia municipal de ese Estado, ya que el régimen funerario corresponde a los municipios.
No estaría por demás presentarse ante las diferentes cadenas de medios de comunicación, así como seguramente conceder entrevistas a medios impresos.
15. Un punto importante es este: con la debida oportunidad debe elegirse por la familia Díaz, el sitio para el descanso final de los restos de don Porfirio. Esto implica los trabajos de arquitectura, ingeniería y albañilería correspondientes, así como la erección de un monumento conmemorativo, que puede ser una estatua ya sea en bronce o en mármol, por lo cual también se requiere de un escultor afamado que produzca una obra de arte, elegante y bien proporcionada, a la altura y dignidad del prócer que representará. Todas estas actividades, indispensables, originan cuantiosos gastos, especialmente el monumento. Me parece que de estos asuntos debe hacerse cargo el gobierno de Oaxaca
16. Ahora una digresión al tema central: don Porfirio, en caso de ser traído a México, debe ser sepultado en lo individual, el sólo únicamente, con nadie más en su nueva tumba. Señalo lo anterior debido a que don Porfirio contrajo matrimonio en dos ocasiones y resultaría muy complicado y penoso elegir con cuál de sus esposas debería reposar para siempre. Recordemos que doña Carmelita Romero Rubio, su segunda esposa y con quien estuvo casada casi treinta y cinco años y quien lo acompañó al exilio, yace en el panteón Francés de la Piedad, y que doña Delfina Ortega, su primera esposa y la madre de sus hijos, con quien convivió 13 difíciles años, está enterrada (en una tumba olvidada) en el panteón del Tepeyac. Si ya está claro que la inhumación en territorio mexicano será en Oaxaca, es obvio que no podrá ser reinhumado donde se encuentra alguna de las esposas. Aunque en vida don Porfirio deseaba ser sepultado junto a su madre, doña Petrona.
17. Uno de los asuntos capitales en toda esta operación de exhumación, traslado, homenajes y reinhumación de los restos mortales de don Porfirio, es el de los recursos financieros para realizarla. En el caso (casi seguro) de que el gobierno de la República no asumiera el costo, deberán ser sufragados por el patronato. Un cálculo estimado mínimo, conforme a mi experiencia en estas cuestiones, podría elevar la cantidad necesaria al menos a 30 millones de pesos, repito, de manera muy conservadora. Es más que evidente que toda la operación debe hacerse con la anuencia y financiamiento del gobierno de la República, puesto que no es un particular al que se va a repatriar, sino un héroe de la patria, de no ser así, tendría que hacerse por suscripción popular, pero entonces el gobierno sólo jugaría el papel de simple espectador.
18. Una última consideración resultaría fundamental en estos tiempos, y debe hacerla necesariamente la familia Díaz: el lugar elegido para la sepultura y descanso perpetuo de los restos de don Porfirio. Si se acata su última voluntad, es decir, sepultarlo en la basílica de la Soledad en Oaxaca, o bien en cualquier parte de esa ciudad, debe tomarse en cuenta la situación de excepción que se vive en ella. Sería una pena exponer a los restos de don Porfirio a una vejación o profanación que pudieran inferirle grupos violentos que día con día arrasan y destruyen. La presencia de estos históricos restos mortales en medio del escenario de violencia oaxaqueña es algo digno de meditarse. Esto último es algo importante, pues la figura del caudillo aún despierta pasiones y por tanto será necesario que el sitio elegido esté a salvo de cualquier acto salvaje cometido por ciudadanos antiporfiristas.
19. También, si se desea, puede haber congresos, coloquios, diplomados, cursos, conferencias y demás expresiones, pues para eso nos pintamos solos los mexicanos, además de artículos en la prensa, programas de radio y televisión, páginas de internet, mensajes de twitter, todo con tal de promover el regreso de los restos de don Porfirio. Por supuesto, no debe olvidarse que en este país, cada acción tiene su reacción, y habrá las mismas expresiones pero de quienes se opongan, con sus razones también, al retorno del cadáver del general Díaz. Sin embargo, todas estas actividades no sustituyen ni suplen el esfuerzo de organización y logística que, contando con la anuencia de la familia Díaz, con la venia del gobierno de la República, además de mucho dinero, son necesarios para ello.

20. Como se observa fácilmente, el escenario y los procedimientos a seguir son muy complicados y, por lo tanto, a mi juicio, resulta improbable el retorno de los restos mortales de don Porfirio. Creo que esto debe ser determinado por el pueblo mexicano, pues no son los admiradores del general, ni sus familiares, quienes pueden influir en el gobierno para ello, sino una corriente de opinión pública que externe por diversos medios su interés por reconocer a quien trabajó por México. 

martes, 3 de enero de 2017

Mitos sobre el Porfiriato

   La figura histórica del general Porfirio Díaz ha sido rodeada de mitos negativos, haciéndolo aparecer a los ojos de las actuales generaciones como el peor gobernante que México haya tenido. Probablemente la razón de tales mentiras obedeció a la necesidad de justificar el movimiento armado de 1910 y subsecuentes conflictos.  La literatura anti-porfirista principió en 1900, con la revista Regeneración donde los hermanos Flores Magón, de credo anarquista, publicaron artículos vitriólicos en contra del dictador, haciéndolo responsable de todos los vicios que padecía México, señalando al gobernante como el más abusivo, ambicioso y criminal que haya padecido nación alguna. Más tarde, en 1908, se publicó una repetición de las ideas magonistas pero multiplicadas por millón: el panfleto México Bárbaro de John Kenneth Turner, que desde entonces señaló a Díaz como un monstruo que sólo había tenido piedad para sus paniaguados los científicos.  
Vino el movimiento armado de 1910 y durante más de los siguientes cien años, don Porfirio fue el pararrayos de todo lo malo sucedido y por suceder en la nación mexicana, pues cada régimen emanado de la lucha encontró en la memoria de Porfirio Díaz al chivo expiatorio ideal para cargar con los males de México. Las siguientes generaciones de mexicanos fueron aleccionadas machacona y concienzudamente con mentiras, con el resultado de que hoy muchos ciudadanos están imbuidos de odio contra todo lo que suene a Porfirio Díaz. El mito antiporfiriano, repetido millones de veces, se convirtió en verdad histórica; así, el Porfiriato es el agujero negro de nuestra Historia, al grado que hasta en los niveles académicos más renombrados del país se evitaba estudiar los sucesos entre 1877 y 1910, considerando que nada de interés había ocurrido en ese periodo y que además era ya cosa juzgada.
   La lucha armada de 1910 también sirvió para crear una pléyade de héroes, más valientes que los espartanos pero igualmente patriotas; esos esforzados luchadores, arrastrados por la prédica de don Francisco I. Madero, rompieron las cadenas de la esclavitud y se enfrentaron al ejército porfiriano, consiguiendo derrotar las bayonetas que por decenios habían impuesto la voluntad de don Porfirio. En la actualidad continúa el mito de una revolución arrolladora; contienda que se hizo gobierno y en los siguientes cien años, transformó a México en una democracia ejemplar donde la voluntad de las mayorías se impone, la justicia campea por sus fueros y la clase política se esfuerza por servir al pueblo soberano.
   Estos dos mitos son ya insostenibles, pero siguen dañando el recuerdo de don Porfirio y simplificando a la Historia para elaborar un catálogo de “buenos y malos”, y aunque una parte importante del pueblo mexicano está consciente de la parcialidad que esto conlleva, nadie toma medidas para combatir la corrupción de la Historia y concluir con la injusticia con que se paga al caudillo que gobernó a México por treinta años con la mayor probidad y con el más alto patriotismo.

La Invención de un villano muestra, cómo este personaje epónimo sembró las bases del México moderno, educó a sus generaciones, pagó la enorme deuda externa que agobiaba a la nación, modernizó las comunicaciones, embelleció las ciudades y aún dejó millones de pesos en las arcas de la nación. Por eso, e interpretando el reclamo de justicia más elemental, la obra solicita que Porfirio Díaz regrese a su patria y haya una justa reconciliación del pueblo mexicano con su Historia reciente.