Comentarios de Ricardo Orozco a un
texto del historiador José Manuel Villalpando
En julio de 2015, se
cumplieron cien desde la muerte del general Porfirio Díaz. Con motivo de ello, surgieron
muchas voces y grupos que “exigian” el retorno de sus restos mortales a México.
Evidentemente, como lo he señalado en otras ocasiones, el tema es, para
empezar, anodino e intrascendente, pues el prestigio histórico de los seres
humanos se consigue ante la presencia de su cadáver o sin él. La ausencia no
demerita ni añade nada tampoco, a la fama y al reconocimiento o vituperio que
se haga de un personaje. En caso del general Díaz sí
importa, porque su nombre y sus actos, a través de un siglo, han sido cubiertos
de fango, minusvalorizando los esfuerzos que hizo por hacer de México un país
moderno. Recordemos que a Porfirio Díaz se le ha querido ser borrado de la
Historia patria, diciendo -de facto- que
su gestión como gobernante, anuló su
lucha patriótica frente al enemigo extranjero al tiempo que su larga
administración fue adversa para el país y para grandes sectores de la población
que debieron sufrir miseria y esclavitud. Por eso, traer sus restos sería, en
primer lugar, la reconciliación de la patria con uno de sus hijos que mejor la
han servido, y en segundo, avivar el recuerdo del patriota en el imaginario
colectivo que así pasaría a ser un mexicano que sirvió al país con honradez,
lealtad y patriotismo.
El destino (¿o la
Providencia?) me involucró en un par de ocasiones —en 1995 y en 2010— en este
asunto de los restos de don Porfirio. La primera vez, incluso se me encomendó
la operación, en un tiempo en el que, lo confieso, estaba yo muy emocionado con
la posibilidad de traerlos a México; incluso, pude descubrir que el cadáver del
general Díaz se encuentra embalsamado. Sin embargo, la intentona fracasó por
desavenencias entre algunos miembros de la familia Díaz, cuestión que alguna
vez relataré puesto que se llegó hasta los tribunales, donde se estableció, por
cierto y bien hecho, el criterio de que la vida de los personajes históricos es
pública y de libre investigación y estudio. Aclaremos
que la dificultad con la familia del general Díaz no fue porque se les
propusiera traer los restos, sino por los planes comerciales que implicaban la
realización de una colección de fascículos (editorial Clío) y la producción de
una telenovela (Televisa) ambos llevando como elemento central la vida de don
Porfirio. El problema no fue con “algunos miembros de la familia”, sólo con el
bisnieto del general, el señor Porfirio Díaz Pizarro, quien en efecto demandó a
las empresas mencionadas por considerar que lucrarían con la biografia de su
bisabuelo, con el resultado que ya menciona el autor de este artículo. En la actualidad
los miembros de esa familia han constituido una asociación civil: Descendientes
del general Porfirio Díaz Mori, A.C. y entre sus objetivos está el que su
ancestro vuelva a México, aunque ponen por condición que los restos sean
traídos oficialmente y con los honores que correspondientes a su rango y
jerarquía.
En la segunda ocasión
estaba yo colocado en el lado contrario. Muchas personas solicitaron al
gobierno federal el retorno de los restos mortales de don Porfirio y me
correspondió a mí dictaminar al respecto, y lo hice señalando que se trataba de
un asunto particular que debían resolver los descendientes del general, Ningún mérito tendría el que los familiares trajeran a
México, bajo el brazo, una urna con las cenizas del expresidente o el féretro
que guarda sus huesos. Para eso no se necesita la intervención oficial. Lo
importante es que la nación mexicana, a través de su gobierno, reconozca sus
méritos como patriota, defensor de la nacionalidad y exgobernante de México. además
de que resultaba ilógico realizar esta operación cuando se conmemoraba el
centenario de la Revolución Mexicana, originada precisamente por la
intransigencia de don Porfirio a dejar el poder. El
mito de la Revolución mexicana cada vez se diluye más, al grado que ya ni en
las mismas esferas gubernamentales se le cita como origen o resultado del
México actual. En el mundo moderno han habido unas cuantas revoluciones, pero
entre ellas no se encuentra el movimiento armado de 1910 en México, pues una
revolución, para recibir con dignidad ese nombre, debe haber creado cambios
diametrales en las estructuras sociopolíticas del país de su ocurrencia, así,
las revoluciones francesa, rusa y cubana son prototípicas, y ejemplos de los
profundos cambios que produjeron en sus respectivos países.
Yo tengo, para mí,
resuelta esta cuestión: no tiene caso ni vale la pena traer los restos de don
Porfirio. Por supuesto, no faltará quien me critique por cambiar mi punto de
vista, pero les recuerdo que es un derecho humano fundamental, bien reconocido,
el de cambiar de opinión, y lo hice precisamente luego de estudiar y
reflexionar concienzudamente el asunto. Además, y espero que no se tome como
una frivolidad, la verdad es que en París resulta muy grato visitar la tumba de
don Porfirio y observar la cantidad de flores, tarjetas, pensamientos y
banderas que los mexicanos que pasan por allí, le dejan.
En días pasados me
encontré, por casualidad, una página de facebook que se anuncia como
“Recuperemos a don Porfirio. ¡Traigamos sus restos!”, que cuenta con más de
seis mil suscriptores. Cometí la torpeza de suscribirme, creyendo de buena fe
que, tal y como lo anuncian en sus reglas, se trataba de recabar testimonios y
pensé que yo bien podría darlos, habida cuenta mis vivencias en torno a don
Porfirio y al tema en específico de sus restos. Aceptaron mi solicitud, leyeron
mi texto en donde narré esos recuerdos y hasta la bienvenida me dieron, pero
luego, súbitamente, cambiaron de opinión y me acusaron de de “protagonista” y
me pidieron que me reservara mis comentarios, violando sus propias normas que,
según dicen, permiten el debate de temas polémicos siempre con respeto. También
me pidieron que les dijera claramente si los iba a ayudar o no.
Por supuesto que les
respondí, pero no quisieron publicar mi respuesta (se me olvidaba que los
porfiristas reprimen la libertad de expresión), los
porfiristas hace más de un siglo que dejaron de existir, pues al desaparecer el
caudillo su “ismo” careció de sentido. A los actuales admiradores de don
Porfirio se les podría dar el nombre de “porfíricos” y en ella les
informé que los ayudaría con algo que, revisando su página, les faltaba: un
plan concreto y práctico para traer los restos mortales de don Porfirio, porque
lo único que abunda son referencias nostálgicas y una que otra quimera
impracticable, a la vez que a cada rato repiten su consigna: ¡Honor y gloria al
general Porfirio Díaz”, creyendo quizá que con eso el cadáver del general Díaz
regresará solito a México.
Lo que les propuse, y
ahora doy a conocer aquí y lo haré en el radio, es decir, en mis propios medios
de comunicación, es un listado de las acciones y procesos que deben ejecutarse
si de verdad se quiere traer esos restos. Se trata de los pasos que deben
seguirse para conseguir el objetivo con que muchos sueñan pero que nadie se
propone realizar, por lo visto, expresados según mi leal saber y entender y con
fundamento en mis conocimientos y experiencia, que como se sabe, es amplia
tanto en el tema que nos ocupa, como en la exhumación, traslado y reinhumación
de los restos mortales de otros prohombres de la Patria.
Escribir esto me sirvió de
ejercicio mental para refrescar mis estudios sobre los restos de don Porfirio,
a la vez que pude también conceptualizar lo que a lo largo de la vida he
aprendido de logística y organización aplicables a estos menesteres fúnebres,
pues en mi haber cuento con varias operaciones de este tipo. Evidentemente, a
mí no me interesa participar en esto y antes al contrario, estoy convencido de
que los restos de don Porfirio no deben regresar y, opinión
muy respetable pero que no necesariamente interpreta el sentir de muchos
mexicanos. es más, no creo que regresen. No está el horno para bollos,
diría el propio general. El día que el regreso de los
restos de Díaz sea proposición de un político hábil que lo presente a los
mexicanos como un acto de justicia inmanente, el horno quedará listo para
bollos.
Eso sí, estas
recomendaciones tienen más que nada la intención de desanimar a los ilusos que
creen que basta con “exigir” desde las redes sociales el retorno del general
Díaz. Usaremos todos los recursos de las redes
sociales, actuales o porvenir, pero en tono de invitación a quien quiera
participar- Para conseguirlo, se requiere de trabajo estamos dispuesto a trabajar lo que sea necesario y
sobre todo de dinero, el dinero se puede conseguir además
de algo fundamental: la anuencia de la familia Díaz, como se aprecia a
continuación: Apriorísticamente declaramos que la
familia está bien dispuesta a cooperar para esta finalidad.
* * *
1. La exhumación, traslado
y reinhumación de restos mortales, tanto en la legislación francesa como en la
mexicana, corresponde exclusivamente a los familiares y descendientes del
difunto. En el caso que nos ocupa, sería la familia Díaz, constituida por sus
descendientes, quienes estarían legitimados para solicitar dichas operaciones
con los restos mortales de su ascendiente, el general Porfirio Díaz. Ni los
gobiernos de México o Francia, ni tampoco las organizaciones civiles o
particulares individuales pueden solicitarlas. En otras palabras, no es la
autoridad ni tampoco la sociedad civil quien debe solicitar el movimiento de
los restos sino que debe ser, necesariamente, la familia Díaz. Ya hemos dicho que la familia está constituida en una Sociedad
Civil y no sólo espera la oportunidad para dar los pasos conducentes.
2. La familia Díaz, única
legitimada para solicitar la exhumación, traslado y reinhumación de los restos
de don Porfirio, está compuesta en la actualidad por una treintena de tataranietos
del general. Es necesario convocarlos, organizarlos y mediante un instrumento
notarial, ponerlos de acuerdo para manifestar su voluntad a efecto de realizar
dichas operaciones. Además, será necesario que entre ellos designen apoderados
o representantes de la familia para encabezar las acciones tendientes conseguir
ese fin, tales como las gestiones ante las autoridades, tanto políticas como
administrativas, la organización de los eventos y demás cuestiones que, como
veremos, son muchas y arduas. Cuentan con una
organización y mesa directiva formada principalmente por los bisnietos y
tataranietos del general Díaz.
3. También sería
conveniente la constitución de un patronato que, encabezado por los
representantes de la familia Díaz, recaude los fondos necesarios para poder
cumplir con el fin propuesto. Se requieren gran cantidad de recursos para ello,
pues los gastos serán muchos y variados, según se verá más adelante. El
patronato debe además, planear y organizar la operación, obteniendo permisos y
autorizaciones o gestionando homenajes, aparte de decidir el sitio de
inhumación, preparar la sepultura y edificar el monumento correspondiente, todo
lo cual debe ser acompañado de un programa de comunicación social adecuado. Será interesante saber cómo se organizarán el gobierno, la sociedad
y los familiares para conseguir esa finalidad. Como se ve, es grande la
tarea y el tiempo apremia, pues apenas quedan menos de 6 meses para el
centenario de la muerte del general Díaz, si es que se quiere en verdad traer
sus restos.
4. Un dato importante: no
se necesita la autorización del gobierno para traer a México los restos
mortales de don Porfirio. Me refiero, por supuesto, a una "autorización
política", pues se trata de un asunto, conforme a la ley, estrictamente de
particulares. Esto es válido cuando se trata de
repatriar los restos de algún mexicano muerto en el extranjero, pero no cuando
fue uno de nuestros próceres del liberalismo, uno que derramó su sangre en los
campos de batalla y durante más de diez años llevó vida nómada como guerrillero
hasta que la república laica consiguió triunfar de sus propios hijos que
querían verla como un apéndice más del Vaticano o en manos de alguna nación
imperialista dirigida por algún mandatario monárquico pelele. No es un asunto “estrictamente particular
cuando ese mexicano lleva un siglo en el exilio, único premio que la patria le
ha otorgado por haberla servido y gobernador por más de treinta años,
consiguiendo en ese tiempo transformarla en muchos sentidos. Esto no
impide que deban solicitarse permisos administrativos normales, como el de
introducción de cadáveres a territorio nacional, previstos en las disposiciones
sanitarias mexicanas y que aplican a todos los difuntos que han fallecido fuera
del país y que sus deudos desean sepultarlos en México. Sin embargo, esa
"autorización política" es indispensable si se desea que los restos
de don Porfirio sean recibidos y luego reinhumados con todos los honores
correspondientes a su alta investidura, además de que sean homenajeados públicamente.
En este aspecto corresponde a las autoridades, a fin de
demostrar que la justicia es lenta para al fin se impone, allanar todas las dificultades burocráticas y poner toda su
autoridad política al servicio de la noble causa de justipreciar los méritos
del político cuyos métodos de gobierno han seguido y aún superado en sus partes
negativas.
5. La "autorización
política" implicará muy intensas negociaciones de alto nivel.
Evidentemente a favor del regreso de los restos de don Porfirio opera el derecho
humano de todos de recibir sepultura en donde hayamos elegido, como lo señaló
el propio general Díaz que expresó su deseo de descansar para siempre en su
natal Oaxaca, además de la consideración histórica innegable de que se trata de
un héroe de la Patria durante la guerra contra la intervención francesa y el
segundo imperio. Sin embargo, la "autorización política" podría topar
con varios obstáculos, algunos de ellos ideológicos, por ser el régimen
constitucional actual, conforme a la carta magna de 1917, heredero de la
Revolución Mexicana; La Constitución de 1917 fue una
muy distinta a la Constitución parchada que hoy nos gobierna. Son pocos los
artículos constitucionales que no han sido modificados, pues la mayoría ha
sufrido agregados, sustituciones y aún desaparecido del texto original, pues
cada gobernante en turno ha creído de su deber reformarla, de suerte que sólo
puede ser llamada descendiente lejana de la Constitución ideada por don
Venustiano Carranza y sus acólitos. además, habría que convencer a las
fuerzas vivas que aún hoy se oponen a la figura histórica de don Porfirio. Por “fuerzas vivas” debemos entender a los defensores a
ultranza del movimiento armado que inició en 1910 y que buscaba democratizar al
pueblo mexicano, aspecto fallido, pues todavía en la nación del Anáhuac
seguimos esperando al mandatario que ponga los elementos necesarios para que
reine la democracia o al menos que combata la corrupción generalizada que reina
en casi todas las dependencias oficiales. ¡Fuerzas vivas! Vivas para
enriquecerse a costa del pueblo que dicen servir.
6. Sin embargo, creo que
lo anterior puede ser superado, pero el problema mayor, a mi juicio, es que los
preparativos y promoción del centenario del fallecimiento de don Porfirio, el
próximo 2 de julio, coinciden con el proceso electoral federal, que culminará
con las elecciones del domingo 7 de junio. Inevitablemente, la posibilidad de
traer los restos del general Díaz se verá envuelta en el debate político, a
favor o en contra, además de que podría convertirse en ariete de golpeteo entre
los partidos, por no hablar de la prensa, que seguramente contribuirá a la
desinformación y tergiversación del objetivo de regresar los restos del héroe
del 2 de abril, según el gusto e intereses de los voceros de cada denominación
política. Incluso, no sería improbable una intervención del Instituto Nacional
Electoral emitiendo un dictamen al respecto. Inútil
discutir estos aspectos cuando estamos a dos años de las nuevas elecciones. Tampoco
debe descartarse que grupos radicales, opositores a don Porfirio, externaran
abiertamente su rechazo a través de redes sociales o manifestaciones con
gritos, pintas y demás muestras de repudio. Esto último es muy importante: debe
medirse bien el rechazo, pues sería mucho arriesgar el no hacerlo. Grupos opuestos a cualquier idea siempre habrá, así se trate
de la medida más justa y necesaria para la nación, pues padecemos individuos
que viven de lo que sus redes pesquen cuando ellos agiten las aguas. Sería por
tanto absurdo esperar que el regreso de los restos del general Díaz fuera aplaudido
por tirios y troyanos.
7. Supongamos resueltos
los puntos anteriores, todos. Para exhumar los restos mortales de don Porfirio
en el cementerio de Montparnasse, previa la autorización de la autoridad
policíaca y sanitaria parisina, es indispensable la contratación de una empresa
de pompas fúnebres (así llaman a las funerarias en Francia) que se encargue de
la operación. El proceso implica no solo el trabajo de abrir la cripta y
extraer el ataúd, sino disponer de un sitio adecuado, una especie de capilla
ardiente, para la aclimatación del cadáver a condiciones diferentes a las que
ha permanecido por muchas décadas. Además, resultara también indispensable la
apertura del sarcófago y la identificación de los restos, lo que estará a cargo
de un familiar designado para ello. Esto es cuestión de
especialistas que debe haber muchos en el país galo. El personal de nuestra
embajada en Francia debería coordinar con ellos y con los familiares de don
Porfirio, a fin de conseguir los mejores frutos y obtener los mayores cuidados.
8. Además, y esto es
vital, dado que el cadáver de don Porfirio se encuentra embalsamado, debe
procederse a un inmediato y urgente examen de conservación, además de prevenir
los posibles efectos del cambio de clima, temperatura, ambiente, humedad y
demás factores que con el traslado a México y reinhumación posterior, podría
sufrir el cuerpo. Esta labor debe realizarla, allá en Francia, un experto,
quien además deberá formular las recomendaciones pertinentes para la óptima
conservación de los restos. El cadáver no sólo fue
embalsamado, sino que se depositó primero en un ataúd de madera fina a prueba
de humedad y posteriormente el conjunto se encerró en una gran caja metálica a
fin de conservar el cuerpo en las mejores condiciones, pues desde siempre doña
Carmen Romero estuvo dispuesta a repatriar a su marido.
9. No está por demás
recordar que las operaciones hasta aquí descritas, tienen un costo económico,
mismo que debe ser sufragado, así como el paso siguiente, que es el traslado en
avión de los restos de don Porfirio rumbo a México, el que se haría contando ya
con los permisos respectivos tanto de la autoridad francesa, que permita la
salida, y de la autoridad sanitaria mexicana, que a su vez, permita el ingreso
del cadáver. Me parece recordar que en una de tantas
veces que se anunció el traslado de los restos de don Porfirio a México, las
autoridades francesas estuvieron dispuestas a enviar el féretro en una nave de
guerra de esa nación, embarcándolo con los honores y protocolo que corresponden
a un expresidente de México, pero también porque desde 1888 Porfirio Díaz es
uno de los condecorados por esa nación con la Placa y Gran Cordón de la Orden
de la Legión de Honor, establecida por Napoleón Bonaparte, cuyos estatutos
prohibían expresamente ser entregada a quien hubiera hecho armas contra
Francia.
10. Recibir en México los
restos mortales de don Porfirio implica contar con un programa de homenajes que
cuente con la autorización oficial para realizarlos, pues de otra manera, el
ingreso de manera privada o particular así como su posterior sepultura,
carecería de significación. Si no se obtiene la anuencia oficial para realizar
un reconocimiento público a don Porfirio, los restos del general deberán ser
sepultados de manera inmediata, como los de cualquier persona en el mismo caso,
con lo cual, salvo la excepción de una espontánea manifestación de duelo al
momento del sepelio y algún eco en los medios de comunicación, se perdería una
valiosa oportunidad de reconciliación histórica. Totalmente
de acuerdo.
11. Si se cuenta con la
anuencia oficial, el programa debe efectuarse a gran escala. Ignoro lo que
podrían decidir hoy en día los descendientes de don Porfirio, pero con gusto
aporto el que diseñamos hace 20 años, en 1995:
a) recepción de los restos
en el aeropuerto de Veracruz.
b) traslado de los restos
a la Escuela Naval en Antón Lizardo para su preparación y colocación en el
ataúd elegido.
c) embarque de los restos
en algún buque de la Armada de México para trasladarlos al puerto de Veracruz,
a efecto de que en el muelle de la "T", en el malecón, sitio exacto
de donde partió al exilio al embarcarse en el Ipiranga, se realice la ceremonia
oficial, con honores plenos, de recepción de los restos de don Porfirio.
d) traslado de los restos
a la ciudad de Puebla, para homenaje, con honores plenos, en los fuertes de
Guadalupe y Loreto.
f) traslado de los restos
a la ciudad de México, para homenaje, con honores plenos, en algún edificio
público construido por él, como el palacio de comunicaciones, hoy MUNAL.
g) traslado de los restos
a la ciudad de Oaxaca, para tributarles honores plenos en la plaza de armas.
h) sepultura de los restos
de don Porfirio en la basílica de la Soledad, en Oaxaca.
12. Una acotación
pertinente: los honores "plenos" fúnebres (himno nacional, 21 salvas
de artillería, desfile de tropas y bandera que cubre y otra que saluda a un
ataúd) solo se conceden al presidente de la República que fallece en funciones,
lo cual no es el caso de don Porfirio, quien en cambio, según el Reglamento del
Ceremonial Militar, recibiría honores fúnebres como general de división
retirado. Sin embargo, el alto mando del ejército, de conformidad con las
instrucciones que reciba del comandante supremo de las fuerzas armadas, puede
disponer honores especiales para los ex presidentes de la República, como se ha
realizado en años pasados a los presidentes Alemán y De la Madrid. La familia
del general Díaz deberá gestionar este reconocimiento a los restos mortales de
don Porfirio.
13. Un punto importante es
que todo el programa que se diseñe para homenajear los restos de don Porfirio,
como el que fue enunciado en el punto 13, requiere de una logística muy
complicada, desde la elección de los sitios de los homenajes, los permisos
administrativos correspondientes, las invitaciones, la convocatoria a la
sociedad, las rutas y su vigilancia, el templete y las tribunas, la
comunicación social, coordinar la presencia militar y el apoyo policíaco y de
seguridad, además de muchísimos detales como hasta disponer de baños públicos,
pues se trata de eventos regulados por las disposiciones que reglamentan
cualquier tipo de acto masivo, por lo que es importante el control de las
multitudes que, es de esperarse, acudirán a rendir honores al general Díaz. Es
indispensable pues una organización eficiente que pueda desarrollar estas
ceremonias de homenaje.
14. Si se cumpliera el
programa propuesto anteriormente, y solo a manera de ejemplo, las negociaciones
y permisos que habría que cabildear y recabar, son muchísimas. Hagamos una lista
de las dependencias federales involucradas a las cuales deberá visitarse para
gestionar lo conducente en cada una de ellas:
Presidencia de la
República,
Secretaría de Gobernación,
Secretaría de Relaciones
Exteriores,
Secretaría de Salubridad,
Secretaría de la Defensa
Nacional,
Secretaría de Marina,
Instituto Nacional de
Antropología e Historia.
También habrá que hacer
trámites ante la Embajada de México en París,
ante la alcaldía de esa
ciudad y ante su policía, que debe supervisar la exhumación,
ante la administración del
cementerio además de buscar una agencia funeraria e
involucrar a una línea aérea, porque dudo que
sea un avión de la Fuerza Aérea Mexicana quien trajera esos restos.
Luego, será necesario
hacer negociaciones y trámites con los gobiernos de Veracruz, Puebla, Distrito
Federal y Oaxaca, así como con la presidencia municipal de ese Estado, ya que
el régimen funerario corresponde a los municipios.
No estaría por demás presentarse
ante las diferentes cadenas de medios de comunicación, así como seguramente
conceder entrevistas a medios impresos.
15. Un punto importante es
este: con la debida oportunidad debe elegirse por la familia Díaz, el sitio
para el descanso final de los restos de don Porfirio. Esto implica los trabajos
de arquitectura, ingeniería y albañilería correspondientes, así como la
erección de un monumento conmemorativo, que puede ser una estatua ya sea en
bronce o en mármol, por lo cual también se requiere de un escultor afamado que
produzca una obra de arte, elegante y bien proporcionada, a la altura y
dignidad del prócer que representará. Todas estas actividades, indispensables,
originan cuantiosos gastos, especialmente el monumento.
Me parece que de estos asuntos debe hacerse cargo el gobierno de Oaxaca
16. Ahora una digresión al
tema central: don Porfirio, en caso de ser traído a México, debe ser sepultado
en lo individual, el sólo únicamente, con nadie más en su nueva tumba. Señalo
lo anterior debido a que don Porfirio contrajo matrimonio en dos ocasiones y
resultaría muy complicado y penoso elegir con cuál de sus esposas debería
reposar para siempre. Recordemos que doña Carmelita Romero Rubio, su segunda
esposa y con quien estuvo casada casi treinta y cinco años y quien lo acompañó
al exilio, yace en el panteón Francés de la Piedad, y que doña Delfina Ortega,
su primera esposa y la madre de sus hijos, con quien convivió 13 difíciles
años, está enterrada (en una tumba olvidada) en el panteón del Tepeyac. Si ya está claro que la inhumación en territorio mexicano
será en Oaxaca, es obvio que no podrá ser reinhumado donde se encuentra alguna
de las esposas. Aunque en vida don Porfirio deseaba ser sepultado junto a su
madre, doña Petrona.
17. Uno de los asuntos
capitales en toda esta operación de exhumación, traslado, homenajes y
reinhumación de los restos mortales de don Porfirio, es el de los recursos
financieros para realizarla. En el caso (casi seguro) de que el gobierno de la
República no asumiera el costo, deberán ser sufragados por el patronato. Un
cálculo estimado mínimo, conforme a mi experiencia en estas cuestiones, podría
elevar la cantidad necesaria al menos a 30 millones de pesos, repito, de manera
muy conservadora. Es más que evidente que toda la
operación debe hacerse con la anuencia y financiamiento del gobierno de la
República, puesto que no es un particular al que se va a repatriar, sino un
héroe de la patria, de no ser así, tendría que hacerse por suscripción popular,
pero entonces el gobierno sólo jugaría el papel de simple espectador.
18. Una última
consideración resultaría fundamental en estos tiempos, y debe hacerla
necesariamente la familia Díaz: el lugar elegido para la sepultura y descanso
perpetuo de los restos de don Porfirio. Si se acata su última voluntad, es
decir, sepultarlo en la basílica de la Soledad en Oaxaca, o bien en cualquier
parte de esa ciudad, debe tomarse en cuenta la situación de excepción que se
vive en ella. Sería una pena exponer a los restos de don Porfirio a una vejación
o profanación que pudieran inferirle grupos violentos que día con día arrasan y
destruyen. La presencia de estos históricos restos mortales en medio del
escenario de violencia oaxaqueña es algo digno de meditarse. Esto último es algo importante, pues la figura del caudillo
aún despierta pasiones y por tanto será necesario que el sitio elegido esté a
salvo de cualquier acto salvaje cometido por ciudadanos antiporfiristas.
19. También, si se desea,
puede haber congresos, coloquios, diplomados, cursos, conferencias y demás
expresiones, pues para eso nos pintamos solos los mexicanos, además de
artículos en la prensa, programas de radio y televisión, páginas de internet,
mensajes de twitter, todo con tal de promover el regreso de los restos de don
Porfirio. Por supuesto, no debe olvidarse que en este país, cada acción tiene
su reacción, y habrá las mismas expresiones pero de quienes se opongan, con sus
razones también, al retorno del cadáver del general Díaz. Sin embargo, todas
estas actividades no sustituyen ni suplen el esfuerzo de organización y
logística que, contando con la anuencia de la familia Díaz, con la venia del
gobierno de la República, además de mucho dinero, son necesarios para ello.
20.
Como se observa fácilmente, el escenario y los procedimientos a seguir son muy
complicados y, por lo tanto, a mi juicio, resulta improbable el retorno de los
restos mortales de don Porfirio. Creo que esto debe ser
determinado por el pueblo mexicano, pues no son los admiradores del general, ni
sus familiares, quienes pueden influir en el gobierno para ello, sino una
corriente de opinión pública que externe por diversos medios su interés por
reconocer a quien trabajó por México.